jueves, noviembre 17, 2005
Cambiar para que todo siga igual...
me dejo aconsejar por jsanto (nunca lo suficientemente ponderado) y empiezo a hacer cambios en mi blog. Me gusta este color, y estoy intentando volver a poner los enlaces. Poco a poco. GRacias Jsanto. ¿Porqué me sale un aspa en un recuadro a la derecha arriba?
martes, noviembre 15, 2005
The sustituida strikes again
He recibido un nuevo correo electrónico de mi sustituida en el que me avisa que vuelve, como el turrón, para después de navidad, y que le cuente qué estoy haciendo y qué no estoy haciendo y cómo son los alumnos. Me saca de mis casillas. Me pone de los nervios tenerla, cual espada de damocles, sobre mi cabeza, mientros sufro a los cabronazos de tercero diciendome cosas como tú que miras, o estoy deseando que venga M.(la sustituta), porque me caes mal. Hay que joderse. Hoy hemos tenido claustro. Hay una profe que previamente ha despotricado contra las maneras facistoides del equipo directivo, porque le boicotearon cuando se presentó ella a la dirección. Cuando alguien te pone en antecedentes, ves las cosas desde otra perspectiva. Y el claustro lo he visto desde otra perspectiva. La compañera quejándose y la dirección con la mirada perdida. Esto es un nido de víboras. Se podía ver el mal rollo flotando sobre los compenentes del claustro. Lo mejor será salir corriendo, así que, pensándolo bien ( y más me vale que lo piense así), que vuelva la sustituida. Hoy le contaba a una compañera de departamento, casualmente la directora del insti, que tengo una clase en la que van a suspender 15 de 19, porque directamente no hacen nada de nada. Y lo único que se le ocurre preguntarme es "¿cuando vuelve M.?" qué fuerte. Así que, señores, q.l.d.p.c. a este instituo. Lo único que me apena es que ya había empezado a hacer amigos, que ya había empezado a reirme en los recreos con ellos. Vaya mierda....
martes, noviembre 08, 2005
Un vida literaria (I)
Tengo al gato encima de las piernas mientras escribo. Me agarra el dedo meñique de la mano derecha y me lo muerde. Le tengo encima porque ayer estuvo raro, todo el rato tumbado, no quería comer, casi no andaba, se quedaba sentado en una esquinita si le obligabas a levantarse del sofá. Preocupados, hoy le hemos llevado al veterinario, y, es curioso, le ha diagnosticado un enfriamiento. Es decir, está constipado, y por eso no tiene ganas de ná. Así que le estoy mimando un poco. Además, un gato sobre las piernas mientras se escribe es una imagen muy literaria, y como yo quiero ser literaria en todo lo que hago... Creo que es la primera vez que enuncio esta frase, pero resume muy bien cómo soy y cómo va siendo mi vida. Ahora me doy cuenta a qué se debe esa propensión a soñar que me acompaña desde la infancia.
Recuerdo que cuando era una adolescente y me gustaba un chico disfrutaba imaginando los diálogos que mantendríamos si él se fijaba en mí (cosa bastante improbable dado mi terrible aspecto durante la adolescencia). Imaginaba qué le diría yo, cómo él me sonreiría, y me contestaría tal cosa, y me agarraría así o asá. Y me besaría así, como Gregory Perck a Jennifer Jones en la escena final de Duelo al sol. Todo, por supuesto, extraído del cine, y de las novelas. Cuando era pequeña me leía todo lo que me caía encima: Crimen y castigo, La muchacha de las bragas de oro, Viven: la tragedia de los Andes, Archipiélago Gulag, un libro sobre conejos que hablaban del que no recuerdo el nombre, pero que me habré leído quinientas veces....Estos títulos configuraban, entre otros que no recuerdo ahora, la biblioteca de mi padre. Una colección de libros del círculo de lectores que recogía los grandes éxitos de los 70 y algún que otro clásico como se ve. Por no mencionar la Gran enciclopedia de la Medicina en casa de la que aprendí todo lo que había que saber sobre el sexo ( o eso creía yo entonces). Gracias a la peculiar afición por la lectura de mi padre (un soldador que aún sigue colgándose de andamio en andamio) nació la mía. No hace mucho me enteré de que aprendió a leer en la mili, hecho que hace aún más grandiosa su proeza. Gracias a su afán, hoy soy como soy. Y creo que no hay nada mejor que ser agradecida, aunque también es verdad que sería mucho mejor si se lo dijera a él, directamente, de viva voz. Pero, no sé, parece que nunca he encontrado la oportunidad de decírselo. En las conversaciones cotidianas e intrascendentes que mantenemos no parece que cuadre un gracias por todo lo que me has dado. Estoy convencida de que ambos acabaríamos llorando. Y hay que ver que pereza da llorar en público....
Recuerdo que cuando era una adolescente y me gustaba un chico disfrutaba imaginando los diálogos que mantendríamos si él se fijaba en mí (cosa bastante improbable dado mi terrible aspecto durante la adolescencia). Imaginaba qué le diría yo, cómo él me sonreiría, y me contestaría tal cosa, y me agarraría así o asá. Y me besaría así, como Gregory Perck a Jennifer Jones en la escena final de Duelo al sol. Todo, por supuesto, extraído del cine, y de las novelas. Cuando era pequeña me leía todo lo que me caía encima: Crimen y castigo, La muchacha de las bragas de oro, Viven: la tragedia de los Andes, Archipiélago Gulag, un libro sobre conejos que hablaban del que no recuerdo el nombre, pero que me habré leído quinientas veces....Estos títulos configuraban, entre otros que no recuerdo ahora, la biblioteca de mi padre. Una colección de libros del círculo de lectores que recogía los grandes éxitos de los 70 y algún que otro clásico como se ve. Por no mencionar la Gran enciclopedia de la Medicina en casa de la que aprendí todo lo que había que saber sobre el sexo ( o eso creía yo entonces). Gracias a la peculiar afición por la lectura de mi padre (un soldador que aún sigue colgándose de andamio en andamio) nació la mía. No hace mucho me enteré de que aprendió a leer en la mili, hecho que hace aún más grandiosa su proeza. Gracias a su afán, hoy soy como soy. Y creo que no hay nada mejor que ser agradecida, aunque también es verdad que sería mucho mejor si se lo dijera a él, directamente, de viva voz. Pero, no sé, parece que nunca he encontrado la oportunidad de decírselo. En las conversaciones cotidianas e intrascendentes que mantenemos no parece que cuadre un gracias por todo lo que me has dado. Estoy convencida de que ambos acabaríamos llorando. Y hay que ver que pereza da llorar en público....
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