Raquel me envía un artículo donde aparece esta fotografía y tengo que escribir. Este es Jaime Olmedo, compañero insigne de la facultad. Se me vienen tantas cosas a la cabeza que no sé por donde empezar. Empezaré por contar cómo discutí con él en Literatura catalana tras escuchar su exposición sobre la poesía Salvador Espriu que se convirtió en una lista interminable de estadísticas y números sobre las veces que aparecía en La pell de brau la palabra Sefarad, o la palabra pell o la palabra brau. Le recriminé (dulces 23 años, llenos de inocencia y atrevimiento) que convirtiera la poesía en números, en estadística. Él me espetó a la cara mi torpeza y desconocimiento, llamandome medieval o algo por el estilo, trayendo a colación mi trabajo expuesto anteriormente sobre Tirant lo blanc que trataba sobre todo de la humanidad de los caballeros que retrató Joanot Martorell que se enamoraban, follaban y morían en la cama. Ahora, 15 años después, él sigue empeñado en contar y recontar cosas.
Seguiré por decir que no sé si me asusta más su calva con 38 años, o el hecho de que haya estado en Bolonia (dios, otra vez la chollobeca) o que haya dormido allí en la misma habitación que Nebrija, un tío del siglo XV (¿cómo estaría esa habitación?), o que haya escrito un libro de poesía (habrá contado cuantas veces ha puesto cada palabra, para que le saliera equilibrado), o que se lo haya editado Luis Alberto de Cuenca, o que tenga familia, o que obligue a todos sus trabajadores del macrodiccionario a irse juntos de vacaciones, o, finalmente, que diga esa frase tan ampulosa y apolillada "mandar es servir con excelencia"¿¿¿¿¿??????
Tengo que continuar señalando que hay en mi interior también cierta dosis de envidia al ver cuán lejos llegan mis compañeros de facultad, cómo coordinan obras monstruosas mientras yo me essssstreso por bregar con mis pequeños monstruos a diario.
Pero al menos, a mí no se me notan tanto los 37 como a él los 45 que parece que tiene.