jueves, octubre 30, 2008

Estados de ánimo ¿transitorios?

Últimamente dedico mucho tiempo a trabajar. Me paso tres o cuatro horas todos los días delante del ordenador, eso sin contar las horas que estoy allí, en la jaula con los leones. Cuando estoy buscando actividades, preparando clases, leyendo textos, aprendiendo literatura otra vez, no me doy cuenta de que el tiempo pasa. Sólo me doy cuenta cuando, de repente, ya se me ha pasado la hora de hacer ejercicio. Ya es demasiado tarde. Ya no he planchado, no he leído nada solo por gusto, ya no me he hecho la mascarilla semanal (ya sé que suena banal, pero ya estamos en unas edades...), ya no he visto una peli de las que tengo atrasadas, ya no he podido reírme un rato tonteando con Toñín, ya no he podado la flor de pasión, ni los rosales, ni he ido a echar un vistazo a las calabazas. Me doy cuenta cuando me empieza a doler el culo de estar sentada, y un poco los ojos de mirar la pantalla, y un mucho el codo de apoyarlo para mover el ratón.
En ese momento, me entristezco. Me apena ver que ha pasado otra tarde, aunque sea tan fría como esta inusual tarde de octubre. Que no he quedado con mis amigas para reírme, que no he ido al cine, otra semana más, que no me he dado un paseo por el campo, que no he hecho pan, que no he ido a ver la exposición del cine español en el Instituto Cervantes, o que no he ido al rastro.
El siguiente paso es el cabreo. Me cabreo, me indigno, me sublevo contra todo, y me recuerdo adolescente, guerrera, discutiéndolo todo, cuestionándolo todo, teniendo mala fama en el grupo por follonera, y me veo ahora adulta, condescendiente, sumisa, tragando, diciendo que sí a todo, porque ésta no se moleste, por no molestar a este otro, porque es mi obligación, porque se lo debo a los chicos, porque es mi trabajo, mi vocación.
Entonces aparece la tristeza otra vez, la conciencia del paso del tiempo, la llegada de la madurez, y la pérdida de la frescura, de la rebeldía. Y me doy cuenta de que soy mayor. De que lejos ha quedado ya mi espíritu combativo, que he abandonado la proclama incendiara ante quién fuese para quedarme con la queja a media voz ante pocos de los que tampoco me fío del todo. Percibo que el tiempo avanza con su rueda apisonándolo todo, y haciendo de mí alguien diferente que no me gusta pero con quien tengo que cargar, porque la vida es así.
¿Quién coño es esta tía que me ha suplantado? ¿Es ésta la invasión de los ultracuerpos?
O quizá sólo es el otoño.

jueves, octubre 16, 2008

Infancia

Ayer, en 2º de la ESO, mis alumnos tenían que buscar textos literarios sobre un tema que les gustara, y varios eligieron la infancia. Me sorprendió. Ellos, los chicos de 2º, que todavía la tienen tan cerca, que en realidad aún andan más en la infancia que en la adolescencia se resisten a dejarla atrás.... Pero algo pasa con la infancia. Ese momento de la vida nos marca tanto que todos vivimos anclados a él. Por eso hay tantos poetas que recuerdan su niñez en su obra. A Machado, por ejemplo, le encontraron cuando murió un papelito en uno de sus bolsillo con los que se consideran sus últimos versos: "esos días azules y ese sol de la infancia".

Tengo una tía bastante mayor con la que siempre he tenido mucha vinculación desde que era pequeña, mi tía Carmen, y tiene Alzheimer. Ella vive ahora su infancia y adolescencia otra vez. Cuando se casó, muy joven, se marchó del pueblo de Granada donde nació, pero ahora, con su conciencia perdida, su mente ha vuelto a Bejarín.

Cuando mis padres van a verla no les reconoce como mis padres, sino que cree que son personas de entonces, les dice que se va al río, o que va a ir a los melocotoneros. Le pregunta a mi madre por sus hijos, y ella le enseña fotos nuestras, aunque no nos reconoce. Cuando ve a mi hermana, la policía, y le pregunta a mi madre de qué va vestida y ella le contesta que es policía, se estremece y dice "uy, qué frío me da esa palabra". ¿Qué recuerdos le traerá? ¿Qué habrá pasado allá, en los años 40 y 50 en un pueblo pequeño de Granada, cuando todo el mundo sabía que mi abuelo era de izquierdas? ¿Por qué su mente enferma habrá decidido volver a la infancia? Quizá es el paraíso perdido que todos anhelamos durante nuestra vida y el cerebro, cuando se estropea, sigue mágicamente funcionando de alguna manera para volver a los recuerdos felices y sustituir la realidad triste de la vejez, la viudez y la soledad, con los recuerdos azules y soleados de la infancia.

jueves, octubre 02, 2008

Grandes momentos de la educación o porqué elegí este trabajo

Ayer llegué a clase de 1º de Bachillerato y me encontré un tremendo follón en el pasillo: un chaval insultando a otro y diciéndole "ya no te pones tan chulín", las chicas gritando al insultador, y el insultado diciendo "que no quiero problemas". Cogí al insultador para hablar con él. Es un chaval al que tengo especial simpatía: musculado (quizá más de la cuenta), chulito, presumido, con aires de donjuan de discoteca, vacilón, pero (y aquí viene la razón de mi simpatía), en realidad un chico que está algo solo, que no tiene grandes amigos, que saca los pies del tiesto muy a menudo, pero que es bondadoso sobre todas las cosas.
Cuando me puse a hablar con él y le eché una gran bronca, ya sabéis, el respeto, el saber estar, la responsabilidad que un chico de 18 años tiene que empezar a asumir.... llegó un momento en que le dije que era mi apuesta personal, que apostaba por su capacidad para sacar el curso y para ser todo aquello que se le exigía, y me quedé de piedra al ver que a aquel mazacote chulitopiscinas se le humedecían los ojos porque yo le decía que confiaba en él.
¿Es que nadie nunca le ha dicho a este chico en sus 18 años que es merecedor de confianza, que vale para algo? Qué solos estamos.
Doy gracias a este trabajo por depararme momentos como éste, en los que, a pesar de constatar cuánta falta de amor hay en el mundo, me siento útil durante un ratito pequeño.