El Sol es una sala pequeña, con un rollo alternativo, que está cerquita de Montera. El público era diverso, pero mayor, muy mayor. Casi podría decirse que nosotros éramos los más jóvenes.
Perro se disfrazó de bluesman: sombrero con cintita de colores, camisa imposible, vaqueros lavadísimos y zapatos de piel de cocodrilo y punta kilométrica. Y así fue su música, blues en español, llena de resonancias de Nueva Orleans y Cuba, pero con letras cargadas de España. Me sorprendió mucho su aspecto. No sabía cuántos años tenía, ( y son 56), pero anoche, en ocasiones, parecía un chaval, cuando sonreía, bromeaba, lanzaba besos a las chicas ( o señoras) de las primeras filas. Sigo pensando que es un músico enorme, y que quedan pocos como él.
Una experiencia mágica, aunque hoy esté pagando el cansancio. Los años no pasan en balde, al menos para mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario