Me ha encantado el carácter espontáneo de la fiesta. El folklore está en la calle. Los grupos son modestos, humildes, no pretenden demostrar a nadie que son los mejores, ni que están entre una supuesta élite. Solo tocan, solo bailan. Solo quieren que la tradición se mantenga. El público deja de serlo por momentos para integrarse con los grupos, para cantar, para bailar. Y luego, otra vez público. Y los grupos dejan de ser las estrellas para ser público de otro grupo, para volver a integrarse a cantar, a bailar...
Me ha emocionado especialmente un grupo de ancianos, todos octogenarios o rondando esa edad, ataviados con pulcritud, con sus chambras y sus sombreros ellos, sus refajos, sus pañuelos bordados, sus flores en el pelo ellas, cantando. A veces les costaba adaptarse al ritmo que marcaban sus músicos, se adelantaban, se atrasaban, pero de sus gargantas surgían sonidos puros, voces ya veladas por la edad, pero con hilos de grandeza, recordando que allí había una gran garganta, una buena voz, una buena escuela, como decían los veratos.
Viéndoles cantar, traer a su garganta aquellas canciones que seguro que evocan tiempos mejores en su memoria, he pensado que eran ya los últimos portadores de esa tradición, de esos cantes que llevan sonando en las calles empinadas de la Vera doscientos años. Doscientos años alegrando bodas, rondando mozas, acompañando borracheras. Doscientos años de tradición oral que permanecerán gracias a fiestas como esta. Y a jóvenes que sean capaces de recoger esos testigos y, dentro de cincuenta o sesenta años, seguir cantando por las calles estrechas de estos pueblos extremeños, o canarios, o manchegos, o de cualquier lugar del mundo, en realidad. Manteniendo este tipo de cultura, poco reconocida por los medios oficiales, que es la cultura popular.
2 comentarios:
Nos alegra que Guitarvera te haya emocionado. Esa emoción nos ayuda a seguir. Gracias.
Me gusta como te expresas.
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