miércoles, octubre 25, 2006
Incidente diplomático
Hoy he tenido que solventar, como he podido, una pelea en clase: un niño llama Bin Laden a una niña marroquí, y argumenta que lo hace porque ella le ha llamado "culo" utilizando una palabra en árabe. He intentado que se pidieran perdón mutuamente y enterraran el hacha de guerra, pero ha sido en vano, solo he conseguido que se rozaran las manos, ni siquiera un apretón, y desde luego, sin mirarse a los ojos. Como para conseguir que se dieran un besito como proponía otra de las alumnas. He pensado que crueles son los chicos. A ningún adulto se le ocurriría insultar a un árabe llamándole Bin Laden, creo, es tan alto el número de muertos que carga a la espalda este hombre. Los niños, sin embargo, apuntan y disparan a matar, sin pensar en lo que dicen ni en lo que significa, sin pensar en el daño que pueden hacer. Gracias a Dios, la interfecta tampoco se ha dado por muy afectada. En otra ocasión escuché a otro niño marroquí hacer una broma extraña sobre las torres gemeleas, y, aunque no me enteré más que de lado, y cuando le pregunté qué había dicho, no me lo repitió, una idea permanece en mi cabeza: ¿qué punto de vista tienen estos chicos y sus familias sobre lo que nosotros consideramos una de las grandes tragedias del recién inaugurado siglo?
jueves, octubre 19, 2006
Está lloviendo afuera y lo veo por la ventana. Mi cerebro está lleno de mocos, me cuesta pensar e incluso escribir. Este maldito tiempo me ha cazado. El lunes me fui vestida de playa al Instituto, y ayer no pude levantarme de la cama. Bueno, no fui a dar clase, porque tengo la garganta fatal, pero pensé que debía ir a la Evaluación 0, que es por la tarde, porque era la del grupo de la que soy tutora, y no sabía cómo iba a sentar que no me presentara, a pesar de mis mocos y mi dolor de cabeza. Además, las SS, como llama Toñin a la Seguridad Social, funciona fatal en mi pueblo. El martes llamé para pedir cita y me la dieron para hoy, jueves, a las 7 de la tarde. Así que el martes, cuando salí de clase, me pasé por el centro de salud para presionar un poco y conseguí una cita para el miércoles a las 4. Me fui tan contenta a casa, y cuando llegué me di cuenta de que tenía evaluación de 3.30 a 4.15 y la mía de 4.15 a 5.00. ES decir, la cita en tol medio Vaya papeleta. Me he pasado la mañana de ayer jodida, pensando en cómo lo iba a solucionar, porque tenía que ir al médico de todas, todas. Al final, decidí, usando mis conceptos del mundo como rasero, que iba a ir al insti a las 3.30, anunciar a mi jefa de estudios que a las 4 tenía que ausentarme y que volvía en cuanto pudiera. Pensé, usando mis conceptos del mundo como rasero, que ella entendería que había hecho un gran esfuerzo por ir a la evaluación, pero me encontré con una cara de "qué me estás contando", que me dejó patitiesa. Pese a todo, me fui al médico, me impacienté como una idiota en la consulta, salí de allí a las 16.27 y llegué a la evaluación a las 16.30.
En resumen, la gente nunca reacciona como tú esperas, y tengo la cabeza como una olla a presión, ay, que dolor. No merece la pena hacer sacrificios que nunca serán reconocidos. ¡Cuando aprenderé!
En resumen, la gente nunca reacciona como tú esperas, y tengo la cabeza como una olla a presión, ay, que dolor. No merece la pena hacer sacrificios que nunca serán reconocidos. ¡Cuando aprenderé!
miércoles, octubre 11, 2006
El quesito y compañía
El domingo, después de quedar y desquedar varias veces, nos vimos con dos compañeros de la facultad. En nuestro caso, hablar de compañeros de la facultad es remontarnos, al menos, doce años en el tiempo. Ya somos viejos. Todos. Nosotras quizás nos damos menos cuenta, porque estamos juntas, nos vemos, hemos vivido nuestras alegrías y nuestras miserias juntas,nos hemos visto crecer, pero ellos... Dios mío.El quesito ya no es el quesito, dice Marimer, se ha quedado calvo. Con el pelo inexistente en la frente, unas gafas grandes, que le hacen los ojos grandes, azules, fríos, una camisa azul, habitual,unos pantalones que intentan sera anodinos, inexpresivos. Todo él pretende pasar desapercibido, ser mínimo, inexistente... Pero algo permanece, se mantiene inalterable debajo de la capa de la inexistencia. Cuando se da la vuelta, en la nuca, el pelo es como era: rubio, brillante, parece suave, se acaracola en algunos momentos, vive, mintiendo sobre la inexorabilidad de lo que muestra la frente. Los ojos, cuyo dueño pretende hacer pasar por peces muertos en el fondo de un estanque, a veces destellan, quieren saber,quieren hablar, pero la consciencia los acalla,los vuelve a condenar al fondo de la pecera. Los dedos, que han renunciado al cigarro por la pipa, más intelectual, más adulta, sin embargo lo abrazan cuando se lo encuentran como entonces, los círculos de humo cruzan el espacio entre él y nosotras, igual que entonces...La voz tampoco ha cambiado, es sonora, dulce, reverbera en el aire cuando se ríe, pero las palabras huelen a incienso, a humedad, a lugares comunes en lugares dónde nunca estaremos. Los ah, muy bien, se repiten, sin cesar, como una oración, como una frase que se ha aprendido para cualquier ocasión. Este es mi marido, ah, muy bien. Nos casamos en febrero, ah, muy bien, estoy casada y separada, ah, muy bien. De vuelta a casa me pregunto, le pregunto a Antonio, qué poder tiene el ser humano para anularse a sí mismo, para anular a otros. Qué suerte de maleficio, encantamiento, palabras mágicas ha escuchado, ha repetido, ha susurrado, ha gritado, ha negado, ha afirmado este hombre en los últimos doce o catorce años. Dónde está hoy el chico de veintitantos años que conocimos, oculto bajo cuántas toneladas de fe, esperanza, y castidad. Que Dios me perdone, pero creo que ese no es el camino.No creo que esa elección le haya hecho bien a este hombre de hoy. Delibes dice que sus novelas son las historias de las vidas que no vivió, de las vidas que dejó atrás tras cada elección en su vida. Quién escribirá la novela que Nuestro Padre San Daniel no vivió.
martes, octubre 10, 2006
Vuelvo a la carga
Hace calor, y ya es octubre. No soporto este tiempo, porque no puedo ir en camiseta de tirantes, ya que mis compañeros de claustro me dicen cosas como: "ponte la chaqueta antes de ir a clase" o " te falta la toalla, para irte a la playa" (en resumen, que no se puede ir enseñando carne, que los niños se asustan, ja!). Si me pongo una camisa de manga larga me asfixio. Ya me da vergüenza ir en chanclas, y si me pongo zapatos me cuezo. Qué dilema. La solución es que empiece a llover, o que le den morcillas a mi sentido del ridículo y a los que piensan que cuando eres profesor tienes que ir vestido de profesor, hablar como un profesor, y ser tan aburrido, en general, como un profesor. El instituto, como se puede ver por este comentario, todavía no ha llenado mi corazoncito, pero es pronto. Hay algunos compañeros que huelen a rancio desde lejos y otros a los que se les ve, también de lejos, que son buena gente. No parece que la cosa vaya a ser especialmente divertida. Echo de menos a Santi y sus paranoias, a Nacho y nuestra complicidad ( y que esto no suene mal) o a Guadalupe, tan auténtica. Pero era echarles de menos a ellos, o sufrir también a Llongueras y los demás, y prefiero ver otros mundos antes de condenarme en un lugar como mi anterior centro.
Se que hace mucho que no escribo. El verano, la vuelta al cole, todo eso que le aturulla a uno, o le atocina. Espero retomar mis deberes como niña buena, y escribir más a menudo.
Se que hace mucho que no escribo. El verano, la vuelta al cole, todo eso que le aturulla a uno, o le atocina. Espero retomar mis deberes como niña buena, y escribir más a menudo.
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