domingo, diciembre 23, 2007
Hoy hemos ido a ver la ampliación del Prado Almudena, Iván, Marimer y yo. Después de tantos años guardadas, las grandes pinturas del XIX vuelven a colgarse, y la verdad es que merece la pena la cola de una hora, y los 6 euros (los profes no pagamos, menos mal) para volver a verlas. No recordaba este dulce y seductor retrato de la condesa de Vilches, pintado por Madrazo, pero sí el gran formato de Pradillo, Doña Juana la loca, que tanto me impresionó hace 18 o 19 años cuando lo vi por primera vez colgado de una de las paredes del Casón del Buen Retiro. En el cubo de Moneo, sobre las paredes pintadas, con una estética parecida a la del Louvre, las miradas de estas dos mujeres, tan distintas, vuelven a cautivarme desde el pasado.
Madre mía, qué cursi.....
viernes, diciembre 21, 2007
Vacaciones y relaciones
¡Por fin se acabaron las clases! No recuerdo haber estado tan cansada desde que empecé a trabajar en esto. Puede deberse a la medio resaca que me acompaña por la cenita-copas de ayer, o quizá a la intensidad de la última semana en cuanto a relaciones se refiere. Que el mundo de las relaciones humanes es complejo, está más que dicho. Pero luego hay que vivirlo. Conocer a gente nueva, descubrirles maravillosos, y luego, empezar a tejer el telar de la relación con cada una de esas personas,que, a veces es liviano pero resistente y brillante, inmune al tiempo y a la distancia. Pero otras veces es espeso, intrincado, y difícil de manejar. No quiero alejarme de este tipo de relaciones intensas y dificultosas, porque creo que, aprendiendo a manejarme en ellas, creceré. Sin embargo, es doloroso el crecimiento.
Creo que este post me ha quedado demasiado ampuloso, seguro que es la resaca, sí.
Creo que este post me ha quedado demasiado ampuloso, seguro que es la resaca, sí.
miércoles, diciembre 19, 2007
Puente de la Consti en Zaragoza
El pasado puente de la Consti estuvimos en Arándiga (arándanos y albóndigas) en la casa de mis padres, y aquí os dejo unas pruebas gráficas.
miércoles, noviembre 28, 2007
Munich
Este fin de semana he estado en Munich con mis hermanas. Hemos comido salchichas y chucrut, bebido cerveza, pasado frío, visto cuadros chulísimos, y hemos fortalecido lazos fraternales. Visitamos el campo de concentración de Dachau, además de un par de paseos largos por la centro de la ciudad. Os dejo unas fotos para que os hagáis una idea.
lunes, noviembre 19, 2007
Otoño
Empieza a hacer frío. Ya llega el otoño de verdad. Hoy no se veía El Escorial desde la ventana del Instituto, por culpa de la cortina de lluvia que se desliza Abantos abajo y que amenaza con hacer desaparecer el encinar, como aquella nada de La historia interminable que se comía Fantasía porque ya nadíe creía en ella. Me gusta la lluvia, el frío. Casi tanto como me gusta el verano, el calor del sol sobre mi piel en una playa, me gusta el frío de la lluvia en la piel, oler la humedad en el aire, salir de casa, cuando ya es de noche, y no ver la casa de enfrente, porque la lluvia se la ha comido, escuchar las gotas repiqueteando en el aluminio del canalón, mirar brillar las hojas mojadas de los árboles, sentarme en el sofá y adormecerme viendo la tele, o leyendo, o escribir en el ordenador mientras oigo lloriquear a Julieta Venegas en uno de sus primeros discos.
lunes, noviembre 12, 2007
Este fin de semana he subido a una de Las Machotas (14oo y pico metros). Me he sorprendido a mi misma por haberlo logrado sin apenas jadear (bueno, sí que he jadeado un poco). Lo que más me emocionó fue llegar arriba, y ver a Aurora y a Teresa en una piedra, un poco más abajo, como colgadas del cielo velazqueño de Zarzalejo, como si las estuviera viendo en un programa de esos de la tele de "Madrid desde el aire". ¡Qué subidón! Es la primera vez que he subido tanto (suena algo ridículo), y entonces allá arriba, entendi a los que se van al Everest. Si subir la Machota baja te hace sentir tan poderoso, subir al Everest debe ser bestial.....
Hoy, en clase, me he encontrado con una compañera que tenía la barbilla destrozada, morada de hematoma y amarila de betadine.... Se ha caído escalando en la Pedriza, desde una altura de 4 metros. Ves,he pensado, es que es muy peligroso esto del montañismo.
Además, luego estuvimos toda la tarde charlando, alrededor de unas copas. Y este sigue siendo uno de los placeres que más disfruto. Hablar de cosas sin importancia, o con mucha importancia, reír, hacer planes, y ver pasar deprisa las horas, que se marchan tan rápido por culpa de la buena compañía y los vapores del alcohol. Otra vez: os quiero, chicas (y chicos).
Hoy, en clase, me he encontrado con una compañera que tenía la barbilla destrozada, morada de hematoma y amarila de betadine.... Se ha caído escalando en la Pedriza, desde una altura de 4 metros. Ves,he pensado, es que es muy peligroso esto del montañismo.
Además, luego estuvimos toda la tarde charlando, alrededor de unas copas. Y este sigue siendo uno de los placeres que más disfruto. Hablar de cosas sin importancia, o con mucha importancia, reír, hacer planes, y ver pasar deprisa las horas, que se marchan tan rápido por culpa de la buena compañía y los vapores del alcohol. Otra vez: os quiero, chicas (y chicos).
miércoles, noviembre 07, 2007
Brooklyn
"Llámame Brooklyn" es el título del Premio Nadal 2006 que Raquel me regaló para mi cumpleaños. Anoche acabé de leermelo (no es que haya tardado siete meses, es que empecé hace poco) y quería escribir qué bueno me ha parecido. Es una novela de esas que llaman caleidoscópica, donde hay un par de narradores diferentes, y donde se intercalan historias sin tener en cuenta un orden cronológico ni temático. Cuando vas avanzando en la lectura vas construyendo poco a poco en tu cabeza tu visión de la historia. Esa dispersión es la que contribuye a hacer la lectura interesante, porque creo que la imagen que yo tengo en mi cabeza no será la misma que Eduardo Lago (el autor) se montó cuando se puso a escribir. O sí, no lo sé. El caso es que la historia no es una gran historia, con grandes hazañas o personajes heroicos, pero tiene muchos momentos mágicos, aparecen muchos personajes pequeños, curiosos, muy humanos, cada uno con una historia propia, alejados de los estereotipos, muy originales y auténticos: un negro ciego que se gana la vida recitando la Biblia de memoria, un marinero danés que abandona su vida y su razón con 26 años porque se enamora de una mulata en un desfile caribeño por las calles de Nueva York,un brigadista italiano traidor, un gallego regentando un bar de marineros, un diplomático obsesionado por la contemplación de determinados cuadros, un señor con levita y chistera que solo sale de la Nueva York subterránea el día de su cumpleaños, un exiliado español catalán pero de derechas,....En fin, que os recomiendo su lectura, porque creo que es un gran libro que pasará desapercibido al lado de los Matildes Asensis y los Ruiz Zafones.
lunes, noviembre 05, 2007
Ya está bien. He decidido dedicar cada día un ratito a escribir algo. Y como no me arranco a buscar un cuaderno con goma, como los de Hemingway, para llevarlo a todas partes, pues vuelvo al blogger, que algo es algo. Aprovecho una leyenda urbana que me contó Raquel el jueves:
" Una chica entra en la estación de metro de Banco de España un martes de noviembre por la tarde. En realidad es ya muy tarde, es de noche. Se le ha hecho tarde, se ha entretenido más de la cuenta en la puerta del trabajo, charlando con Marta, criticando a Rosa, analizando otro día más sus comentarios idiotas, insulsos. Cuando se ha dado cuenta, ya era tarde, ha dejado a Marta cogiendo el 27 y ha corrido hasta la boca de Metro. Ha llegado al andén, que está tan desierto como están las escaleras mecánicas. No hay nadie. Bueno, sí, al andén de enfrente acaba de llegar un señora con un paraguas y una bolsa de El Corte Inglés. ¿Cuánto queda para que llegue el tren? Sólo dos minutos. Vale, no llegará tan tarde a casa, al fin y al cabo. Por una de las entradas del andén de enfrente aparecen ahora dos adolescentes góticos, cogidos de la mano. Los dos de negro, se ríen y se besan. Él la agarra por la cintura sujetándole atrás las manos. Ella se deja besar. Le mira, le sonríe. Está enamorada. Mientras la señora del paraguas y la bolsa de El Corte los mira confusa. Se ve la luz del metro que se acerca. Menos mal. La chica deja el andeén vacío y sube a su vagón, vacío también. Casi vacío. Cuando se ha sentado se da cuenta de que en el asiento de enfrente hay tres hombres sentados. Los tres llevan la cabeza tapada, y gafas de sol. Uno lleva una gorra, el de enmedio un gorro de lana, y el otro una gorrilla de esas que llevan los chulapos en la pradera el 15 de mayo. La chica no les mira mucho. Se ha dado cuenta de que el de enmedio, el del gorro de lana, tiene un color de cara muy raro. Algo cetrino, amarillento. Además, el de la izquierda le tiene pasado el brazo por los hombros, y el del gorro de lana apoya la cabeza en el hombro del de la derecha. La chica evita mirarlos. Busca en su bolso "la sombra del viento" que se está leyendo. Oh, no, se lo ha dejado en la oficina. Ha salido tan deprisa para fumarse el cigarro mientras charlaba con Marta, que se lo ha olvidado. La chica no quiere mirar a sus vecinos y mira para la izquierda mientras el metro va atravesando estaciones vacías. Cuando mira a la izquierda se da cuenta de que hay otro viajero. Un señor mayor, con un traje gris y un abrigo de paño encima. El señor la mira, la sonríe. Ella evita su mirada. No sabe para dónde mirar. Enfrente los tres tipos raros, el de enmedio tiene muy mala cara, no se mueve. La chica llega a pensar que no respira. A la izquierda el señor del traje, que, al menos, tiene pinta de señor respetable. No sabe qué pensar. De pronto el señor del traje abandona su asiento y se sienta al lado de la chica. A la vez, y sin que los tres hombre raros le vean, deja un papelito en el regazo de la chica. Ella lo coge deprisa y lo lee: "Bájate conmigo en la próxima parada". La chica, de pronto, recuerda una leyenda urbana que le han contado. Decide hacer caso al papelito y bajarse con el señor respetable, vestido de gris, en la próxima parada. Siempre será mejor que quedarse con los tres tipos raros. El de enmedio tiene una pinta rarísima. Cuando las puertas se cierrran y el vagón se marcha, perdiéndose en la oscuridad del túnel, la chica respira tranquila. El señor de gris la sonríe. Ambos comparten un andén desierto. Ella le dice: muchas gracias, ya sé lo que me va a decir usted, que es usted médico y que el tipo de enmedio estaba muerto. Lo he oído contar, pero nunca pensé que me pasaría a mí. No, le contesta el señor respetable, en realidad, el muerto soy yo."
" Una chica entra en la estación de metro de Banco de España un martes de noviembre por la tarde. En realidad es ya muy tarde, es de noche. Se le ha hecho tarde, se ha entretenido más de la cuenta en la puerta del trabajo, charlando con Marta, criticando a Rosa, analizando otro día más sus comentarios idiotas, insulsos. Cuando se ha dado cuenta, ya era tarde, ha dejado a Marta cogiendo el 27 y ha corrido hasta la boca de Metro. Ha llegado al andén, que está tan desierto como están las escaleras mecánicas. No hay nadie. Bueno, sí, al andén de enfrente acaba de llegar un señora con un paraguas y una bolsa de El Corte Inglés. ¿Cuánto queda para que llegue el tren? Sólo dos minutos. Vale, no llegará tan tarde a casa, al fin y al cabo. Por una de las entradas del andén de enfrente aparecen ahora dos adolescentes góticos, cogidos de la mano. Los dos de negro, se ríen y se besan. Él la agarra por la cintura sujetándole atrás las manos. Ella se deja besar. Le mira, le sonríe. Está enamorada. Mientras la señora del paraguas y la bolsa de El Corte los mira confusa. Se ve la luz del metro que se acerca. Menos mal. La chica deja el andeén vacío y sube a su vagón, vacío también. Casi vacío. Cuando se ha sentado se da cuenta de que en el asiento de enfrente hay tres hombres sentados. Los tres llevan la cabeza tapada, y gafas de sol. Uno lleva una gorra, el de enmedio un gorro de lana, y el otro una gorrilla de esas que llevan los chulapos en la pradera el 15 de mayo. La chica no les mira mucho. Se ha dado cuenta de que el de enmedio, el del gorro de lana, tiene un color de cara muy raro. Algo cetrino, amarillento. Además, el de la izquierda le tiene pasado el brazo por los hombros, y el del gorro de lana apoya la cabeza en el hombro del de la derecha. La chica evita mirarlos. Busca en su bolso "la sombra del viento" que se está leyendo. Oh, no, se lo ha dejado en la oficina. Ha salido tan deprisa para fumarse el cigarro mientras charlaba con Marta, que se lo ha olvidado. La chica no quiere mirar a sus vecinos y mira para la izquierda mientras el metro va atravesando estaciones vacías. Cuando mira a la izquierda se da cuenta de que hay otro viajero. Un señor mayor, con un traje gris y un abrigo de paño encima. El señor la mira, la sonríe. Ella evita su mirada. No sabe para dónde mirar. Enfrente los tres tipos raros, el de enmedio tiene muy mala cara, no se mueve. La chica llega a pensar que no respira. A la izquierda el señor del traje, que, al menos, tiene pinta de señor respetable. No sabe qué pensar. De pronto el señor del traje abandona su asiento y se sienta al lado de la chica. A la vez, y sin que los tres hombre raros le vean, deja un papelito en el regazo de la chica. Ella lo coge deprisa y lo lee: "Bájate conmigo en la próxima parada". La chica, de pronto, recuerda una leyenda urbana que le han contado. Decide hacer caso al papelito y bajarse con el señor respetable, vestido de gris, en la próxima parada. Siempre será mejor que quedarse con los tres tipos raros. El de enmedio tiene una pinta rarísima. Cuando las puertas se cierrran y el vagón se marcha, perdiéndose en la oscuridad del túnel, la chica respira tranquila. El señor de gris la sonríe. Ambos comparten un andén desierto. Ella le dice: muchas gracias, ya sé lo que me va a decir usted, que es usted médico y que el tipo de enmedio estaba muerto. Lo he oído contar, pero nunca pensé que me pasaría a mí. No, le contesta el señor respetable, en realidad, el muerto soy yo."
lunes, agosto 13, 2007
Fin de semana
Madre mía, como pasa el tiempo. Cinco meses sin escribir nada de nada. Pero todo vuelve. Hoy estoy ya recuperada del fin de semana. Como en el anuncio de Coca-Cola (que debería ser de cerveza) una ya está mayor, porque sólo dos noches acostándome a las cuatro de la mañana me meten una paliza de la que me cuesta dos días recuperarme. Pero ha merecido la pena. Ha sido un fin de semana de amigas a tutiplén, con la cena en casa, el mercadillo de "Majalaonda", la búsqueda de las entradas compradas pero no imprimidas, el conciertazo del abuelo, la procesión de Covadonga, las conversaciones con la tía Pepi, la cena en la terraza-galería de personajes ilustres de Navalcarnero.... Hoy quería seguir con el curso de escritura, pero me he puesto a leer sobre huertos, compostaje y rutas para el miércoles y se me han pasado las ganas y el tiempo. Mañana será otro día.
Chicas, gracias por las confidencias, las risas y la intimidad. Os quiero.
Chicas, gracias por las confidencias, las risas y la intimidad. Os quiero.
domingo, abril 01, 2007
Manual de Literatura para caníbales. El inquilino
Como una autentica caníbal estoy devorando libros este fin de semana. He acabado el que da título a este post, recomendado por David, y ha sido un auténtico disfrute. Un recorrido por la literatura de los últimos dos siglos de la mano de una saga de escritores atrasados. Que estamos en el Romanticismo, ellos escriben como Ilustrados, que en plenas vanguardias, ellos, realistas. Lo mejor del libro, sin embargo, es que no deja títere con cabeza. Rafael Reig, el autor, profesor de Literatura en la Universidad de San Louis en Madrid (me ha dicho Raquel que es una universidad americana para americanos, pero en Madrid) ataca todo lo atacable, Espronceda, un borrachín, Galdós, un mujeriego, Darío, un borrachuzo, Valle, un extravangante, Cela, un oportunista plagiador traidor delator..., Carlos Fuentes un egocéntrico, Javier Marías, capitán de un ejército de estetas de fin de siglo, por no hablar de los calificativos que le dedica a Benet, uno de los peores parados. Todo con un gran sentido del humor. Me ha divertido mucho, y creo que también me ha servido para recordar o aprender literatura, esto es docere et delectare.
Además, hoy me he leído El inquilino, de Javier Cercas. Sí, hoy, del tirón. Es un relato largo o novela corta. Y me he dejado algo de mal rollo. Advierto, como en las webs de series de tv, de que voy a desvelar elementos de la trama: Cuenta la historia de un profesor de universidad que se tuerce el tobillo corriendo una mañana, el mismo día que conoce a su nuevo vecino, que le va a quitar su puesto de profe en la universidad, y a su chica. Uno sigue al protagonista durante una semana angustiosa, viendo como todo se desmorona a su alrededor, en un ambiente de pesadilla, viendo como todo el mundo parece confabularse en su contra, con repeticiones constantes de conversarciones y situaciones, e incluso del mobiliario del prota en la casa de su vecino-suplantador. Al final, cuando el tipo va a que le quiten el vendaje del esguince, el inquilino y todo el mal rollo que trajo se desvanecen y el prota tiene una segunda oportunidad para hacer todo lo que se nos ha explicado que le ha llevado a la situación de la pesadilla: hacerle caso a su chica, trabajar más adecuadamente en la universidad....
Me pregunto cuál es el mensajito de la novela. ¿Sé un buen chico o la suerte te abandonará y te pondrá en tu sitio de mal chico? O quizá Cercas sólo quiere demostrar lo bien que crea ambientes chungos, lo bien que maneja las técnicas de la narrativa, como conduce al lector por una pesadilla. No sé, no me ha gustado. Me ha gustado su despliegue de capacidad narrativa, pero no el mensajito, demasiado manido, como de moralina de serie americana. Apesta.
Contrasta con las buenas sensaciones que me produjo, y aún me duran, Soldados de Salamina, también de Cercas. Con Soldados de Salamina lloré y todo. Y, sinceramente, no recuerdo nunca haber llorado leyendo un libro. En fin, que recomiendo vivamente el Manual de Literatura para caníbales, pero poco El inquilino. O bueno, como se lee rápido, a ver si alguien se la lee o se la ha leído y la comentamos.
Además, hoy me he leído El inquilino, de Javier Cercas. Sí, hoy, del tirón. Es un relato largo o novela corta. Y me he dejado algo de mal rollo. Advierto, como en las webs de series de tv, de que voy a desvelar elementos de la trama: Cuenta la historia de un profesor de universidad que se tuerce el tobillo corriendo una mañana, el mismo día que conoce a su nuevo vecino, que le va a quitar su puesto de profe en la universidad, y a su chica. Uno sigue al protagonista durante una semana angustiosa, viendo como todo se desmorona a su alrededor, en un ambiente de pesadilla, viendo como todo el mundo parece confabularse en su contra, con repeticiones constantes de conversarciones y situaciones, e incluso del mobiliario del prota en la casa de su vecino-suplantador. Al final, cuando el tipo va a que le quiten el vendaje del esguince, el inquilino y todo el mal rollo que trajo se desvanecen y el prota tiene una segunda oportunidad para hacer todo lo que se nos ha explicado que le ha llevado a la situación de la pesadilla: hacerle caso a su chica, trabajar más adecuadamente en la universidad....
Me pregunto cuál es el mensajito de la novela. ¿Sé un buen chico o la suerte te abandonará y te pondrá en tu sitio de mal chico? O quizá Cercas sólo quiere demostrar lo bien que crea ambientes chungos, lo bien que maneja las técnicas de la narrativa, como conduce al lector por una pesadilla. No sé, no me ha gustado. Me ha gustado su despliegue de capacidad narrativa, pero no el mensajito, demasiado manido, como de moralina de serie americana. Apesta.
Contrasta con las buenas sensaciones que me produjo, y aún me duran, Soldados de Salamina, también de Cercas. Con Soldados de Salamina lloré y todo. Y, sinceramente, no recuerdo nunca haber llorado leyendo un libro. En fin, que recomiendo vivamente el Manual de Literatura para caníbales, pero poco El inquilino. O bueno, como se lee rápido, a ver si alguien se la lee o se la ha leído y la comentamos.
martes, marzo 27, 2007
Vacaciones, por favor....
Hoy sin embargo, el día se me ha hecho cuesta arriba. Para empezar, tenía una hora libre y me han puesto una guardia. Todo es susceptible de empeorar, la guardia era en un primero. Aún peor, era en el primero de ingles, agrupaciónes por nivel, nivel bajo. Esto es, los torpecillos, y los descarriados. Tengo que entrar amenazando con castigos en los recreos, partes, y todo eso. Logro, misteriosamente, que se mantengan en silencio. Pero claro, los descarriados tienen que llamar la atención, hacerse notar. Y finalmente, después de un rifirrafe dialéctico de los que odio (sí, esos en plan, a que te quedas sin recreo, pues vale, tira el chicle, no, porque ya que me has castigado sin recreo, me quedo el chicle, a que te pongo un parte, pues vale, eso es lo que quieres, que te expulsen, cállate, me dice el enano, toda la clase hace uuuuuuuuuuu, cómo te pasas, expúlsale profe,uuuuuu), he puesto un parte antes de las once de la mañana. Luego le digo al chaval que se queda sin recreo y se va de la clase con cajas destempladas (estamos hablando de un mico de 12-13 años). Se me acerca otro y me dice que no me hago respetar. Eso sí que ha dolido. Recreo: reunión para la revista, no hay posibilidad siquiera de que me coma las tres miserables mandarinas que constituyen mi almuerzo. Otra clase, otro rifirrafe dialéctico: tira el chicle, y no vuelvas a llegar tarde que te quedarás un día sin recreo, sí, dos, vale, dos, pues tres, venga, vale, tres, y el enano sigue: un mes, dos meses. Es desesperante. Ni amenazas, ni intentos de que razone, un vacile en toda regla. Sal a la pizarra, que te pregunte los verbos.No lo he hecho (ya es el tercer día que no lo hace). Otro parte. Es mi record: dos partes en un solo día en menos de dos horas. Es necesario que llegue ya el jueves. Todos necesitamos unas vacaciones....
jueves, marzo 15, 2007
Repaso.
Me paro a pensar qué he aprendido hoy. He disfrutado con una clase sobre la prensa y la manipulación de la información: todos escuchaban y participaban. He recuperado la comunicación con uno de mis alumnos que se había enfadado conmigo porque hablé con su madre y le apretó las clavijas, he apoyado con mis "sabias" palabras a una compañera que andaba quejándose de lo mal que nos salió el ensayo de ayer, y creo que la he reconfortado, he podido explicar en menos de veinte minutos persona, número, tiempo y modo verbales (madre, he acabado sudando), he conseguido que otro chico, al que la timidez condena al rincón de los ineptos, hiciera en voz alta un ejercicio (sí, esto me ha encantado, ha sido adrenalínico!!!!!), qué mas?....mmmm......he disfrutado de una comida muy agradable y distendida con un compi del año pasado (me he comido una pizza, masa integral, de setas que estaba buenísima), y, y esto es lo mejor, he venido todo el camino desde Villalba intentado no parar a comprar tabaco y lo he conseguido. ¡Sí! ¡¡¡¡¡qué triunfo!!!!! Bueno, parece que no, pero si uno se pone a pensar, a veces los días más grises pueden resultar luminosos. ¿Quién dijo que vivir no merece la pena?
miércoles, marzo 14, 2007
Barroca.
Hoy, mientras ensayábamos nuestra función (El amor que te di cayó en el vacío,título perfecto para un culebrón, que es lo que hacemos desde un programa de radio, bueno, es un poco complejo de explicar), he salido un momento de mi cuerpo y he tenido una experiencia cercana al viaje astral. He dejado de participar en lo que estaba pasando y me he puesto a verlo desde fuera. (confieso que esto me pasa de vez en cuando) He pensado que es curioso cómo gastamos el tiempo los seres humanos. Nos buscamos ocupaciones para entretener el tiempo hasta que nos vayamos. ¿Qué hacen, si no, doce adultos, señores profesores (en teoría tíos sapienciosos y serios), jugando a actores un día a la semana después de trabajar? Entretener el tiempo,hacer más ligera la espera. Pero también entretenemos el tiempo leyendo, escuchando música, escribiendo este blog, y claro está, haciendo cosas mucho más "serias", como trabajar o amar... Sí, ya sé, apocalíptico, bueno, en realidad, barroco. Nacemos para morir, "antes que sepa andar el pie, se mueve/camino de la muerte" decía Quevedo. Pero siempre queda el consuelo de que en la sala de espera hay gente como tú, sentada, entreteniendo el momento. Algunos están contigo bastante tiempo, unos entran,te diviertes mucho con ellos, pero se van, cambian de sala de espera, o entran en la consulta; otros tardan en llegar, pero cuando lo hacen traen un maletín cargado de cosas geniales para que la espera no sea tan aburrida. Y así vamos esperando que llegue nuestro turno. Así que no debemos tomarnos tan en serio determinadas ocupaciones, porque no son más que pasatiempos ¿no? Aunque parece que hay algunos de esos pasatiempos que trascienden la sala de espera, o eso dicen los entendidos. Me remito a Quevedo otra vez: "su cuerpo dejará, no su cuidado;/serán ceniza, mas tendrán sentido;/polvo serán mas polvo enamorado". Así que, señores, no descuiden los placeres que entretienen, pero sobre todo, amen, amen a troche y moche, por arriba y por abajo, a propios y extraños, a hombres, a mujeres, a animales de compañía, a niños, a sí mismos, amen...
martes, marzo 13, 2007
Rompecabezas
Como sabréis, aprobé el año pasado las oposiciones, y eso supone que este estoy en prácticas. A todos los funcionarios docentes en prácticas nos obligan a hacer un curso de 60 horas que gracias al cielo ya ha terminado y cuya primera sesión dio un Inspector de mi zona. Me pasé las tres horas de la mencionada sesión pensando de que me sonaba el nombre del susodicho, y venga darle vueltas parriba y pabajo y como no encontré la solución, lo dejé pasar. Decidí que su nombre me sonaba y su cara no, porque tenía el nombre de algún personaje famoso o algún escritor célebre que yo no era capaz de ubicar, y ahí quedó la cosa.
Por otro lado, este año tengo una compañera de trabajo que ya se ha dado dos veces de baja por diversos avatares y/o enfermedades y cuya cara y forma de moverse me resultaban desagradable y distantemente familiares. Pero como debe ser que mi cerebro tiende a olvidar lo que no le gusta, pues también he sido incapaz de ubicarla yo solita.
El viernes pasado, en una conversación con otras compañeras de trabajo, de repente, todo encajó. Para que todo tuviera sentido sólo hizo falta que una de ellas dijera "cuando......(nombre de la compañera olvidada) y yo estuvimos juntas en Leganés con.....(nombre del inspector olvidado), ya pasaba esto". "En Leganés, ¿en qué instituto?" "En el Dalí". ¡¡¡¡¡Dios mío!!!!! ¿Alguna vez habéis sentido que todo caía en vuestro cerebro como las piezas del tetris, encontrando su sitio y dando lugar a una realidad nueva? Pues así sentí yo que el inspector fue mi profesor de filosofía de C.O.U. Aquel que olía también, aquel de los ojos azules que se paseaba entre las mesas hablando y sin que pudiéramos más que olerle y mirarle, pero escucharle poco. Así sentí yo que mi compañera actual de trabajo, la que está de baja, fue mi profesora de griego en tercero de B.U.P. Madre mía, qué pequeño es el mundo, y cómo olvida uno todo.
Por otro lado, este año tengo una compañera de trabajo que ya se ha dado dos veces de baja por diversos avatares y/o enfermedades y cuya cara y forma de moverse me resultaban desagradable y distantemente familiares. Pero como debe ser que mi cerebro tiende a olvidar lo que no le gusta, pues también he sido incapaz de ubicarla yo solita.
El viernes pasado, en una conversación con otras compañeras de trabajo, de repente, todo encajó. Para que todo tuviera sentido sólo hizo falta que una de ellas dijera "cuando......(nombre de la compañera olvidada) y yo estuvimos juntas en Leganés con.....(nombre del inspector olvidado), ya pasaba esto". "En Leganés, ¿en qué instituto?" "En el Dalí". ¡¡¡¡¡Dios mío!!!!! ¿Alguna vez habéis sentido que todo caía en vuestro cerebro como las piezas del tetris, encontrando su sitio y dando lugar a una realidad nueva? Pues así sentí yo que el inspector fue mi profesor de filosofía de C.O.U. Aquel que olía también, aquel de los ojos azules que se paseaba entre las mesas hablando y sin que pudiéramos más que olerle y mirarle, pero escucharle poco. Así sentí yo que mi compañera actual de trabajo, la que está de baja, fue mi profesora de griego en tercero de B.U.P. Madre mía, qué pequeño es el mundo, y cómo olvida uno todo.
jueves, marzo 01, 2007
Pasión
Es muy joven, pero parece mayor, sobre todo por la madurez de su voz, una voz dulce, de terciopelo, con matices graves, agudos, con rincones, con textura.... si la escuchas no te canta, te acaricia, te mima... Ya me la había encontrado antes, cantando copla, una noche, en el funesto programa de Pedro Ruiz, allí la vi por primera vez. Ahora ha sacado un nuevo disco, no sé si el cuarto o el quinto, y una canción El rumbo de tus pasos, que me ha descubierto Aurora, y que es una maravilla. No sé colgar canciones aquí, así que os dejo un link a su web donde podéis encontrar trocitos de las canciones. Hay una versión de un clásico de Rocío Dúrcal, sí, sé que suena hortera, pero esa canción, La gata bajo la lluvia, era una maravilla en la voz de la difunta, pero Pasión la rehace, la recupera, y te pone los vellos como escarpias. Qué alucinante es la música...
martes, febrero 27, 2007
Charleta al sol
Hoy he hecho algo "prohibido". Tenía dos horas libres entre el final de mis clases y el ensayo del grupo de teatro, y entonces me he encontrado en el vestíbulo del insti con una de mis alumnas de 2º de Bachillerato, que me ha dicho que no tenía clase y que quería hablar conmigo. He salido con ella al patio y allí había otros cuatro o cinco chicos de la misma clase, que me han dicho: Raquel, vente con nosotros a dar una vuelta al campito de ahí detrás. Bueno, he contestado, es que * (nombre de la chica) quiere hablar conmigo. Vale, pero luego vienes. Bueno, vale. Y nada, he hablado con * y luego me he ido con ellos al campito. El campito está increíble. Como esta semana ha llovido está todo tapizado de verde intenso, un césped natural, hecho de hierbas salvajes, silvestres, hermosas. Hacía sol y los chicos estaban subidos en un cancho, una piedra de estas graníticas gigantes que hay por esta zona. Así que allí estaba yo, con ellos, dos horas riéndonos, recordando fragmentos de la hora chanante o de Padre de Familia, los Fragel, Friends, hablando de música, como si yo fuera también una adolescente. Me lo he pasado en grande, pero sé que habrá compañeros que no lo harían nunca, y que, desde luego, no lo entenderían o me recriminarían la familiaridad excesiva. Qué queréis, no puedo evitarlo. Me encanta estar con ellos, charlar, reír, no sé. A lo mejor es un algo de complejo de Peter Pan, no sé.
martes, febrero 20, 2007
Tristeza.
Marisol y Borja se han casado. Desde el domingo estoy triste. No sé si estos dos hechos, en apariencia aislados, tienen alguna relación. Lo cierto es que el camino que me ha llevado hasta el 17 de febrero desde el momento en que conocí la fecha, ha sido un trayecto no muy largo, pero sí muy intenso. Que si la primera emoción, que si la preparación del famoso video musical, que si la intensa experiencia soriana, que si la tarde de compras con Belén y Aurora (Dios, esto sí que fue intenso), que si los zapatos, que si los pendientes...Luego, el día llega, y tardan en llegar las cinco de la tarde, como en el llanto a Ignacio Sánchez Mejías, y cuando llegan, todo pasa tan deprisa, todo tan lejano, todo tan fugaz. Ahora recuerdo los acontecimientos del sábado y los veo como si estuvieran sucediendo bajo el agua. Como en ese anuncio de medicamento para el constipado. Todo se mueve y yo estoy viéndolo despacio, intentado aferrarlo, intentando que no acabe. Procuro hablar aquí, reir allá, comentar, acompañar,disfrutar de mis amigas, del tiempo que he estado esperando estar allí con ellas, compartiendo ese momento. Ahora, dos días después entiendo a María, emocionándose cada quince minutos, demandando más encuentros, más fines de semana, más momentos para estar juntos. Es verdad. Quizá si hay una conexión entre mi tristeza y el sábado. Me parece que lo que me pasa es que en el día a día echo de menos los momentos que pasamos juntas. Me parece también que esto que siento es un poco exagerado. Me encuentro como cuando me gustaba un tío y no conseguía que él me hiciera el suficiente caso, y buscaba su atención y urdía estrategias para gustarle más, sin darme cuenta de que no iba a interesarle nunca y que no era necesario que le interesara, pues él tampoco era lo suficientemente interesante, era sólo otro patán más. Pero ahora ¿qué es lo que me pasa? Sé que mis amigas me quieren, que en cuanto levante el teléfono, allí están, pero las echo de menos. Estos días extraños de inviernera o primierno, en que hace calor, llueve, hace frío, no sé muy bien qué me pasa. ¿Será astenia primaveral?
martes, enero 23, 2007
Gabriel Miró y Antonio Machado
Estoy hablando a mis alumnos del Novecentismo, que es un movimiento literario y cultural que ocupó aproximadamente desde 1917 a 1923 y que incluye a Gabriel Miró, alicantino de pro, concretamente de Orihuela. Hoy uno de mis chicos, que se llama Gabriel, me ha contado que Miró es el tío-abuelo de su padre, y que él se llama Gabriel precisamente por el literato. Sí, ya sé que soy muy exagerada, pero se me ha puesto el vello de punta.
Y es que siempre me ha resultado muy fácil emocionarme. Sin embargo, he de decir que el cúmulo de sensaciones, emociones y sentimientos que he experimentado este fin de semana no parecen proceder de mi extrema sensibilidad, pues se han dado en más de una de nosotras. Es sorprendente que 17, 18 años después aún mantengamos la relación, pero es más sorprendente que comprobemos cómo son de fuertes los lazos que nos unen. Quien más y quien menos ha dejado caer una lagrimita, o a ha gritado más de la cuenta, o, al menos, ha suspirado este fin de semana, por no hablar de las que se tiran de la mesa para coger el totem, o era el zote?( ;p).No sé si la homenajeada habrá disfrutado, pero yo sí. Hacía mucho que no me reía tanto, que no bailaba tanto, por no hablar de las revelaciones, las confesiones, y en definitiva, y como dice María, los tejidos. Soy consciente también de mis meteduras de pata, si no por propio descubrimiento, por descubrimiento ajeno, pero para eso estamos, para descubrirnos también nuestras lagunas negras. Pido disculpas. Y pido, finalmente, la posibilidad, la probabilidad, la certeza de que se repita la experiencia de este fin de semana acompañadas, como hemos estado, por la presencia continua, al menos en mi cabeza, de los versos del enamorado sevillano en Campos de Castilla:
Y es que siempre me ha resultado muy fácil emocionarme. Sin embargo, he de decir que el cúmulo de sensaciones, emociones y sentimientos que he experimentado este fin de semana no parecen proceder de mi extrema sensibilidad, pues se han dado en más de una de nosotras. Es sorprendente que 17, 18 años después aún mantengamos la relación, pero es más sorprendente que comprobemos cómo son de fuertes los lazos que nos unen. Quien más y quien menos ha dejado caer una lagrimita, o a ha gritado más de la cuenta, o, al menos, ha suspirado este fin de semana, por no hablar de las que se tiran de la mesa para coger el totem, o era el zote?( ;p).No sé si la homenajeada habrá disfrutado, pero yo sí. Hacía mucho que no me reía tanto, que no bailaba tanto, por no hablar de las revelaciones, las confesiones, y en definitiva, y como dice María, los tejidos. Soy consciente también de mis meteduras de pata, si no por propio descubrimiento, por descubrimiento ajeno, pero para eso estamos, para descubrirnos también nuestras lagunas negras. Pido disculpas. Y pido, finalmente, la posibilidad, la probabilidad, la certeza de que se repita la experiencia de este fin de semana acompañadas, como hemos estado, por la presencia continua, al menos en mi cabeza, de los versos del enamorado sevillano en Campos de Castilla:
Allá en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo, azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
domingo, enero 07, 2007
Año nuevo, vida nueva o no...
Aprovecho las nuevas intenciones, los buenos propósitos, y en fin, el año nuevo para copiar un texto de Azorín con el que estoy trabajando en clase y que me parece maravilloso. De Castilla, un libro de ensayos, extraigo estos fragmentos de "Las nubes":
Calixto y Melibea se casaron —como sabrá el lector si ha leído La Celestina— a pocos días de ser descubiertas las rebozadas entrevistas que tenían en el jardín. Se enamoró Calixto de la que después había de ser su mujer un día que entró en la huerta de Melibea persiguiendo un halcón. Hace de esto dieciocho años. Veintitrés tenía entonces Calixto. Viven ahora marido y mujer en la casa solariega de Melibea; una hija les nació, que lleva, como su abuela, el nombre de Alisa. Desde la ancha solana que está a la puerta trasera de la casa se abarca toda la huerta en que Melibea y Calixto pasaban sus dulces coloquios de amor. La casa es ancha y rica; labrada escalera de piedra arranca de lo hondo del zaguán. Luego, arriba, hay salones vastos, apartadas y silenciosas camarillas, corredores penumbrosos, con una puertecilla de cuarterones en el fondo. Todo es paz y silencio en la casa. Melibea anda pasito por cámaras y corredores. Lo observa todo, ocurre a todo. Los armarios están repletos de nítida y bienoliente ropa, aromada por gruesos membrillos (…)
Todo lo previene y a todo ocurre la diligente Melibea; en todo pone sus dulces ojos verdes. De tarde en tarde, en el silencio de la casa, se escucha el lánguido y melodioso son de un clavicordio: es Alisa que tañe. Otras veces, por los viales de la huerta se ve escabullirse la figura alta y esbelta de una moza; es Alisa que pasea entre los árboles.
La huerta es amena y frondosa. Crecen las adelfas a par de los jazmineros; al pie de los cipreses inmutables ponen los rosales la ofrenda fugaz —como la vida— de sus rosas amarillas, blancas y bermejas (…) De la taza de mármol de una fuente cae deshilachada, en una franja, el agua.
En el aire se respira un penetrante aroma de jazmines, rosas y magnolias. “Ven por las paredes de mi huerto”, le dijo dulcemente Melibea a Calixto hace dieciocho años.
Calixto está en el solejar, sentado junto a uno de los balcones. Tiene el codo puesto en el brazo del sillón y la mejilla reclinada en la mano (…) Le adoran en la ciudad: le cuidan las manos solícitas de Melibea; ve continuada su estirpe, si no en un varón, al menos, por ahora, en una linda moza de viva inteligencia y bondadoso corazón. Y sin embargo, Calixto se halla absorto, con la cabeza reclinada en la mano.
No tiene Calixto nada que sentir del pasado; pasado y presente están para él al mismo rasero de bienandanza. Nada puede conturbarle ni entristecerle. Y sin embargo, Calixto, puesta la mano en la mejilla, mira pasar a lo lejos sobre el cielo azul las nubes.
Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son —como el mar— siempre varias y siempre las mismas. Sentimos mirándolas (a las nubes) cómo nuestro ser y todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas –tan fugitivas- permanecen eternas. A estas nubes que ahora miramos, las miraron hace doscientos años, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros (...) La existencia, ¿que es sino un juego de nubes? Vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo. Las nubes son la imagen del tiempo. ¿Habrá sensación más trágica que aquella de quien sienta el Tiempo, la de quien vea ya en el presente el pasado y en el pasado el porvenir?
En el jardín lleno de silencio se escucha el chiar de las rápidas golondrinas (…) Alisa se halla en el jardín sentada, con un libro en la mano (…) Los ojos de Alisa son verdes, como los de su madre (…) ¿Quién podría cantar la nitidez y sedosidad de sus manos? Pues de la dulzura de su habla, ¿cuántos loores no podríamos decir?
En el jardín todo es silencio y paz En lo alto de la solana, recostado sobre la barandilla, Calisto contempla estático a su hija. De pronto un halcón aparece, revolando rápida y violentamente por entre los árboles. Tras él, persiguiéndole todo agitado y descompuesto, surge un mancebo. Al llegar frente a Alisa se detiene absorto, sonríe y comienza a hablarle. Calixto lo ve desde el carasol y adivina sus palabras. Unas nubes redondas, blancas, pasan lentamente sobre el cielo azul en la lejanía.
Calixto y Melibea se casaron —como sabrá el lector si ha leído La Celestina— a pocos días de ser descubiertas las rebozadas entrevistas que tenían en el jardín. Se enamoró Calixto de la que después había de ser su mujer un día que entró en la huerta de Melibea persiguiendo un halcón. Hace de esto dieciocho años. Veintitrés tenía entonces Calixto. Viven ahora marido y mujer en la casa solariega de Melibea; una hija les nació, que lleva, como su abuela, el nombre de Alisa. Desde la ancha solana que está a la puerta trasera de la casa se abarca toda la huerta en que Melibea y Calixto pasaban sus dulces coloquios de amor. La casa es ancha y rica; labrada escalera de piedra arranca de lo hondo del zaguán. Luego, arriba, hay salones vastos, apartadas y silenciosas camarillas, corredores penumbrosos, con una puertecilla de cuarterones en el fondo. Todo es paz y silencio en la casa. Melibea anda pasito por cámaras y corredores. Lo observa todo, ocurre a todo. Los armarios están repletos de nítida y bienoliente ropa, aromada por gruesos membrillos (…)
Todo lo previene y a todo ocurre la diligente Melibea; en todo pone sus dulces ojos verdes. De tarde en tarde, en el silencio de la casa, se escucha el lánguido y melodioso son de un clavicordio: es Alisa que tañe. Otras veces, por los viales de la huerta se ve escabullirse la figura alta y esbelta de una moza; es Alisa que pasea entre los árboles.
La huerta es amena y frondosa. Crecen las adelfas a par de los jazmineros; al pie de los cipreses inmutables ponen los rosales la ofrenda fugaz —como la vida— de sus rosas amarillas, blancas y bermejas (…) De la taza de mármol de una fuente cae deshilachada, en una franja, el agua.
En el aire se respira un penetrante aroma de jazmines, rosas y magnolias. “Ven por las paredes de mi huerto”, le dijo dulcemente Melibea a Calixto hace dieciocho años.
Calixto está en el solejar, sentado junto a uno de los balcones. Tiene el codo puesto en el brazo del sillón y la mejilla reclinada en la mano (…) Le adoran en la ciudad: le cuidan las manos solícitas de Melibea; ve continuada su estirpe, si no en un varón, al menos, por ahora, en una linda moza de viva inteligencia y bondadoso corazón. Y sin embargo, Calixto se halla absorto, con la cabeza reclinada en la mano.
No tiene Calixto nada que sentir del pasado; pasado y presente están para él al mismo rasero de bienandanza. Nada puede conturbarle ni entristecerle. Y sin embargo, Calixto, puesta la mano en la mejilla, mira pasar a lo lejos sobre el cielo azul las nubes.
Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son —como el mar— siempre varias y siempre las mismas. Sentimos mirándolas (a las nubes) cómo nuestro ser y todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas –tan fugitivas- permanecen eternas. A estas nubes que ahora miramos, las miraron hace doscientos años, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros (...) La existencia, ¿que es sino un juego de nubes? Vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo. Las nubes son la imagen del tiempo. ¿Habrá sensación más trágica que aquella de quien sienta el Tiempo, la de quien vea ya en el presente el pasado y en el pasado el porvenir?
En el jardín lleno de silencio se escucha el chiar de las rápidas golondrinas (…) Alisa se halla en el jardín sentada, con un libro en la mano (…) Los ojos de Alisa son verdes, como los de su madre (…) ¿Quién podría cantar la nitidez y sedosidad de sus manos? Pues de la dulzura de su habla, ¿cuántos loores no podríamos decir?
En el jardín todo es silencio y paz En lo alto de la solana, recostado sobre la barandilla, Calisto contempla estático a su hija. De pronto un halcón aparece, revolando rápida y violentamente por entre los árboles. Tras él, persiguiéndole todo agitado y descompuesto, surge un mancebo. Al llegar frente a Alisa se detiene absorto, sonríe y comienza a hablarle. Calixto lo ve desde el carasol y adivina sus palabras. Unas nubes redondas, blancas, pasan lentamente sobre el cielo azul en la lejanía.
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