martes, noviembre 08, 2005

Un vida literaria (I)

Tengo al gato encima de las piernas mientras escribo. Me agarra el dedo meñique de la mano derecha y me lo muerde. Le tengo encima porque ayer estuvo raro, todo el rato tumbado, no quería comer, casi no andaba, se quedaba sentado en una esquinita si le obligabas a levantarse del sofá. Preocupados, hoy le hemos llevado al veterinario, y, es curioso, le ha diagnosticado un enfriamiento. Es decir, está constipado, y por eso no tiene ganas de ná. Así que le estoy mimando un poco. Además, un gato sobre las piernas mientras se escribe es una imagen muy literaria, y como yo quiero ser literaria en todo lo que hago... Creo que es la primera vez que enuncio esta frase, pero resume muy bien cómo soy y cómo va siendo mi vida. Ahora me doy cuenta a qué se debe esa propensión a soñar que me acompaña desde la infancia.
Recuerdo que cuando era una adolescente y me gustaba un chico disfrutaba imaginando los diálogos que mantendríamos si él se fijaba en mí (cosa bastante improbable dado mi terrible aspecto durante la adolescencia). Imaginaba qué le diría yo, cómo él me sonreiría, y me contestaría tal cosa, y me agarraría así o asá. Y me besaría así, como Gregory Perck a Jennifer Jones en la escena final de Duelo al sol. Todo, por supuesto, extraído del cine, y de las novelas. Cuando era pequeña me leía todo lo que me caía encima: Crimen y castigo, La muchacha de las bragas de oro, Viven: la tragedia de los Andes, Archipiélago Gulag, un libro sobre conejos que hablaban del que no recuerdo el nombre, pero que me habré leído quinientas veces....Estos títulos configuraban, entre otros que no recuerdo ahora, la biblioteca de mi padre. Una colección de libros del círculo de lectores que recogía los grandes éxitos de los 70 y algún que otro clásico como se ve. Por no mencionar la Gran enciclopedia de la Medicina en casa de la que aprendí todo lo que había que saber sobre el sexo ( o eso creía yo entonces). Gracias a la peculiar afición por la lectura de mi padre (un soldador que aún sigue colgándose de andamio en andamio) nació la mía. No hace mucho me enteré de que aprendió a leer en la mili, hecho que hace aún más grandiosa su proeza. Gracias a su afán, hoy soy como soy. Y creo que no hay nada mejor que ser agradecida, aunque también es verdad que sería mucho mejor si se lo dijera a él, directamente, de viva voz. Pero, no sé, parece que nunca he encontrado la oportunidad de decírselo. En las conversaciones cotidianas e intrascendentes que mantenemos no parece que cuadre un gracias por todo lo que me has dado. Estoy convencida de que ambos acabaríamos llorando. Y hay que ver que pereza da llorar en público....

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno pos con lagrimas en los ojillos te dire que me acabo de enterar de lo de la mili asi que...Ya sabes como soy yo de siesa asi que ya aprovecho para darte a ti las gracias porque mi aficcion a la lectura sin lugar a dudas es gracias a ti.Gracias por eso y por muchas cosas mas que me has enseñado.Aaaa y por la BMW que encanta que ya me han intentado robar un señor de uniforme.
Te quiero mi gordita.
La flacuchenta