viernes, abril 24, 2009

Lágrimas

Hoy he tenido un día raro: en la biblioteca hacía mucho calor y los chicos entraban y salían, ciento cincuenta aproximadamente cada hora. Entraban, actuaban, votábamos, salían, entraban, actuaban, votaban, salían... y la calefacción estaba sorprendentemente alta, y yo miraba por la ventana acrobacias brasileñas, vigilando corazones rotos, pies descalzos, temiendo descalabros. 
Un rato para ver hielo seco sublimar, levitar sobre su camita de gas, crepitar en una cuchara, empujar  al oxígeno de una pecera para apagar sucesivamente tres velas, disfrutando de la ciencia, ahora que ya soy, decididamente, una mujer de letras. 
Un mal encuentro en el pasillo, mucha rabia y me he desbordado. Así que he visto cómo me ponía a  llorar, sin poder evitarlo, por algo que normalmente no me afecta hasta ese extremo. Me encolerizaba más no poder parar de llorar que el hecho que aparentemente lo provocaba. Además me he sentido impotente porque nadie entendía que la causa de mi desconsuelo no era el encontronazo, sino alguna tristeza profunda que a veces se me sale. 
Un libro infantil sobre un oso ha terminado por vaciarme de lágrimas (eso creía yo). En un momento he llorado un río (no me acuerdo quién cantaba eso) y me he reído a la vez, emocionada por ver cómo hay quien sí sabe leerme, quién me toca en lo profundo. Y esa gente es la que hace que la vida valga la pena.
Digo que creía que había acabado de llorar, pero erraba. Intento descifrar las pistas de mi amig@ misterios@ (¿no es una cursilada esto de la arroba?) y los ojos se me llenan de lágrimas porque veo tiempos pasados y me parece que refulgen en la distancia.
No olvidaré aquella ilusión: "como a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor" 

lunes, abril 20, 2009

Marsé: un cervantes "anómalo"

Hoy me he enterado de que Juan Marsé va a recibir el Premio Cervantes. Y le he escuchado hablar en la radio, con su habitual franqueza, de la falta de talento de los guionistas españoles (por eso el cine español va como va), y de su situación de escritor anómalo: su lengua materna es el catalán pero escribe en castellano. Le he oído recordar cómo hay muchos de esos escritores "anómalos" que no escriben en su lengua materna, pero que son grandes: Conrad, Kafka, Kundera...
Marsé es siempre sorprendente: sus novelas tienen una pátina de pobreza, mugre de posguerra, que te hace entender a los personajes, compartir lo que viven y disfrutar con sus mundos paralelos (como Shangai, por ejemplo). Todavía me queda mucho Marsé por leer y eso me alegra, porque todavía me queda mucho mundo por recorrer de su mano, y sin salir de Barcelona.
Pero es que además Marsé me gusta por cómo se manifiesta, sin pelos en la lengua, igual para decir que no hay talento en el cine español, que para señalar que la ganadora de un premio Planeta no hace literatura o para aseverar que Cataluña siempre será bilingüe y que eso nos seguirá dando la posibilidad de escritores anómalos como él que no tienen ningún problema en utilizar dos lenguas sin preocuparse de política ni de ideología, sino de hacer lo que les viene en gana con ambas, que para eso son suyas.

viernes, abril 17, 2009

La oscura red que brilla.

Dicen que Internet es el mejor invento de los últimos siglos: el lugar donde se encuentra todo y donde todos se encuentran. A mí me sigue  sorprendiendo descubrir que hay quien me descubre, me deja misteriosos mensajes en el blog, y se esfuma como vino, amaparado por la oscuridad de la red, despertando posibilidades en mis recuerdos, recuperando posibles veranos o probables primaveras, o, como es el caso, inviernos espero que imposibles .
Aquí dejo el rastro que me has dejado y que me ha provocado sensaciones encontradas. Si vuelves a pasar por aquí fíjate en cómo te recupero y te manifiesto. Manifiéstate tú. O, si quieres, juguemos a las pistas. Me divierte.


Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.

Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.

Helado está también mi corazón,
pero no fue en invierno.
Mi amiga,
mi dulce amiga,
aquella que me amaba,
me dice que ha dejado de quererme.

No recuerdo un invierno tan frío como éste.

Ángel González.

lunes, abril 06, 2009

La Semana Santa es un rollo cuando te la pasas mirando por la ventana que está detrás del ordenador.