martes, febrero 27, 2007

Charleta al sol

Hoy he hecho algo "prohibido". Tenía dos horas libres entre el final de mis clases y el ensayo del grupo de teatro, y entonces me he encontrado en el vestíbulo del insti con una de mis alumnas de 2º de Bachillerato, que me ha dicho que no tenía clase y que quería hablar conmigo. He salido con ella al patio y allí había otros cuatro o cinco chicos de la misma clase, que me han dicho: Raquel, vente con nosotros a dar una vuelta al campito de ahí detrás. Bueno, he contestado, es que * (nombre de la chica) quiere hablar conmigo. Vale, pero luego vienes. Bueno, vale. Y nada, he hablado con * y luego me he ido con ellos al campito. El campito está increíble. Como esta semana ha llovido está todo tapizado de verde intenso, un césped natural, hecho de hierbas salvajes, silvestres, hermosas. Hacía sol y los chicos estaban subidos en un cancho, una piedra de estas graníticas gigantes que hay por esta zona. Así que allí estaba yo, con ellos, dos horas riéndonos, recordando fragmentos de la hora chanante o de Padre de Familia, los Fragel, Friends, hablando de música, como si yo fuera también una adolescente. Me lo he pasado en grande, pero sé que habrá compañeros que no lo harían nunca, y que, desde luego, no lo entenderían o me recriminarían la familiaridad excesiva. Qué queréis, no puedo evitarlo. Me encanta estar con ellos, charlar, reír, no sé. A lo mejor es un algo de complejo de Peter Pan, no sé.

martes, febrero 20, 2007

Tristeza.

Marisol y Borja se han casado. Desde el domingo estoy triste. No sé si estos dos hechos, en apariencia aislados, tienen alguna relación. Lo cierto es que el camino que me ha llevado hasta el 17 de febrero desde el momento en que conocí la fecha, ha sido un trayecto no muy largo, pero sí muy intenso. Que si la primera emoción, que si la preparación del famoso video musical, que si la intensa experiencia soriana, que si la tarde de compras con Belén y Aurora (Dios, esto sí que fue intenso), que si los zapatos, que si los pendientes...Luego, el día llega, y tardan en llegar las cinco de la tarde, como en el llanto a Ignacio Sánchez Mejías, y cuando llegan, todo pasa tan deprisa, todo tan lejano, todo tan fugaz. Ahora recuerdo los acontecimientos del sábado y los veo como si estuvieran sucediendo bajo el agua. Como en ese anuncio de medicamento para el constipado. Todo se mueve y yo estoy viéndolo despacio, intentado aferrarlo, intentando que no acabe. Procuro hablar aquí, reir allá, comentar, acompañar,disfrutar de mis amigas, del tiempo que he estado esperando estar allí con ellas, compartiendo ese momento. Ahora, dos días después entiendo a María, emocionándose cada quince minutos, demandando más encuentros, más fines de semana, más momentos para estar juntos. Es verdad. Quizá si hay una conexión entre mi tristeza y el sábado. Me parece que lo que me pasa es que en el día a día echo de menos los momentos que pasamos juntas. Me parece también que esto que siento es un poco exagerado. Me encuentro como cuando me gustaba un tío y no conseguía que él me hiciera el suficiente caso, y buscaba su atención y urdía estrategias para gustarle más, sin darme cuenta de que no iba a interesarle nunca y que no era necesario que le interesara, pues él tampoco era lo suficientemente interesante, era sólo otro patán más. Pero ahora ¿qué es lo que me pasa? Sé que mis amigas me quieren, que en cuanto levante el teléfono, allí están, pero las echo de menos. Estos días extraños de inviernera o primierno, en que hace calor, llueve, hace frío, no sé muy bien qué me pasa. ¿Será astenia primaveral?