lunes, noviembre 05, 2007

Ya está bien. He decidido dedicar cada día un ratito a escribir algo. Y como no me arranco a buscar un cuaderno con goma, como los de Hemingway, para llevarlo a todas partes, pues vuelvo al blogger, que algo es algo. Aprovecho una leyenda urbana que me contó Raquel el jueves:
" Una chica entra en la estación de metro de Banco de España un martes de noviembre por la tarde. En realidad es ya muy tarde, es de noche. Se le ha hecho tarde, se ha entretenido más de la cuenta en la puerta del trabajo, charlando con Marta, criticando a Rosa, analizando otro día más sus comentarios idiotas, insulsos. Cuando se ha dado cuenta, ya era tarde, ha dejado a Marta cogiendo el 27 y ha corrido hasta la boca de Metro. Ha llegado al andén, que está tan desierto como están las escaleras mecánicas. No hay nadie. Bueno, sí, al andén de enfrente acaba de llegar un señora con un paraguas y una bolsa de El Corte Inglés. ¿Cuánto queda para que llegue el tren? Sólo dos minutos. Vale, no llegará tan tarde a casa, al fin y al cabo. Por una de las entradas del andén de enfrente aparecen ahora dos adolescentes góticos, cogidos de la mano. Los dos de negro, se ríen y se besan. Él la agarra por la cintura sujetándole atrás las manos. Ella se deja besar. Le mira, le sonríe. Está enamorada. Mientras la señora del paraguas y la bolsa de El Corte los mira confusa. Se ve la luz del metro que se acerca. Menos mal. La chica deja el andeén vacío y sube a su vagón, vacío también. Casi vacío. Cuando se ha sentado se da cuenta de que en el asiento de enfrente hay tres hombres sentados. Los tres llevan la cabeza tapada, y gafas de sol. Uno lleva una gorra, el de enmedio un gorro de lana, y el otro una gorrilla de esas que llevan los chulapos en la pradera el 15 de mayo. La chica no les mira mucho. Se ha dado cuenta de que el de enmedio, el del gorro de lana, tiene un color de cara muy raro. Algo cetrino, amarillento. Además, el de la izquierda le tiene pasado el brazo por los hombros, y el del gorro de lana apoya la cabeza en el hombro del de la derecha. La chica evita mirarlos. Busca en su bolso "la sombra del viento" que se está leyendo. Oh, no, se lo ha dejado en la oficina. Ha salido tan deprisa para fumarse el cigarro mientras charlaba con Marta, que se lo ha olvidado. La chica no quiere mirar a sus vecinos y mira para la izquierda mientras el metro va atravesando estaciones vacías. Cuando mira a la izquierda se da cuenta de que hay otro viajero. Un señor mayor, con un traje gris y un abrigo de paño encima. El señor la mira, la sonríe. Ella evita su mirada. No sabe para dónde mirar. Enfrente los tres tipos raros, el de enmedio tiene muy mala cara, no se mueve. La chica llega a pensar que no respira. A la izquierda el señor del traje, que, al menos, tiene pinta de señor respetable. No sabe qué pensar. De pronto el señor del traje abandona su asiento y se sienta al lado de la chica. A la vez, y sin que los tres hombre raros le vean, deja un papelito en el regazo de la chica. Ella lo coge deprisa y lo lee: "Bájate conmigo en la próxima parada". La chica, de pronto, recuerda una leyenda urbana que le han contado. Decide hacer caso al papelito y bajarse con el señor respetable, vestido de gris, en la próxima parada. Siempre será mejor que quedarse con los tres tipos raros. El de enmedio tiene una pinta rarísima. Cuando las puertas se cierrran y el vagón se marcha, perdiéndose en la oscuridad del túnel, la chica respira tranquila. El señor de gris la sonríe. Ambos comparten un andén desierto. Ella le dice: muchas gracias, ya sé lo que me va a decir usted, que es usted médico y que el tipo de enmedio estaba muerto. Lo he oído contar, pero nunca pensé que me pasaría a mí. No, le contesta el señor respetable, en realidad, el muerto soy yo."

1 comentario:

Raquel Táboas Baylín dijo...

Si todo lo que te contara se convirtiera en maravillas como ésta no pararía de contar para ti...me encanta lo que has hecho, yo sólo te dí la anécdota y tú has escrito la leyenda. ¡Y ese final sexto sentido, o los otros es genial!...bien hecho.Gracias.