"Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chispa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa
redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada"
¡Cómo no estar melancólica! Se me mete la melancolía por las fosas nasales, me llega hasta los pulmones, allí se convierte en parte integrante de mi sangre, mi corazón la bombea, la envía a todo mi cuerpo, me inunda, me ahoga.
Busco alguna web que me hable de La vida secreta de las palabras. Encuentro un artículo de Isabel Coixet sobre Tim Robbins, cómo le eligió para el papel, cómo se entrevistó con él, cómo él accedió, cómo ensayaba con Sarah Polley y la química entre ellos inundó la habitación, cómo se enfrentó a una guinness en una de las escenas, él sólo, su cerveza, una pastilla de jabón de almendras, y la cristalización del amor. Este concepto me lleva a encontrar otra web que explica qué es la cristalización del amor, una teoría establecida por Stendhal en el siglo XIX (http://www.launion.com.ar/250120/250120col00ambrosini.htm), y allí, una canción, Dime que no, de un cantautor guatemalteco-mexicano al que escuchaba fervientemente hace 10 años: Ricardo Arjona, que llegó a mis oidos por un amor de ultramar, y que hoy llega de nuevo, por culpa de la Coixet, de Stendhal, de Vicente Aleixandre, de la nieve y el frío.

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